El film Strange Days (Días Extraños) de 1996 exponía la realidad virtual como un nuevo paso con el que aislarse de la sociedad cyberpunk mostrada bajo la dirección de Kathryn Bigelow y con guión de James Cameron. Como es lógico con todo nuevo avance tecnológico, alrededor de las superficiales posibilidades de la realidad virtual, predominaban las utilidades negativas y perjudiciales de la misma.
Antes del año 2000 la realidad virtual era un sueño tecnológico con el que se fantaseaba y se trasteaba constantemente, pero la verdadera realidad y las limitaciones existentes dejaron su desarrollo para centrarse en el primer paso lógico, el de aprovechar las tres dimensiones.
El cine en 3D ha demostrado una alta rentabilidad que aún hoy en día sigue en pleno auge. Aunque en su adaptación al hogar no ha resultado tan provechoso como se esperaba, el cine en pantalla grande sigue nutriéndose de grandes beneficios por cada superproducción que utiliza esta tecnología cinematográfica.
Ahora, en el año 2015, la realidad virtual ha con seguido aprovechar toda la experiencia sobre el cine en 3D, las nuevas tecnologías, los aparatos tipo Oculus y similares y se ha creado el denominado cine virtual.
Los desarrolladores de cine virtual buscan financiación en base a productoras y publicidad, pero parece que la grabación por cámaras GoPro y la tecnología de inteligencia artificial son extremadamente eficaces, por lo que la rentabilidad parece más que asegurada.
Esta tecnología está muy por encima de la base primigenia en la que el espectador quería identificarse con los protagonistas y con el entorno. Eso ya se ha conseguido en gran parte con las tres dimensiones. Con la realidad virtual, como sucede en la película Sleepy Hollow de Pietro Gagliano, que ha ganado un Emmy, el espectador es realmente un protagonista más del film.
Otros desarrollos han conseguido que los otros personajes de la película puedan interactuar con el espectador, hasta el punto de que pueden mirar a los ojos del mismo por mucho que éste se mueva durante la proyección.
Por descontado, este es sólo un primer paso en el desarrollo de un nuevo tipo de cine. Cine en tres dimensiones, en realidad virtual y de ahí a opciones mucho más ambiciosas. Como todo, la inversión en estos casos puede suponer el inicio de todo un imperio, en este caso dentro del séptimo arte, pero sus posibilidades de entretenimiento y otros ámbitos vuelven a ser, como en los 90, inimaginables.